FACUNDO CABRAL REVIVE EN SU OBRA MUSICAL PROGRESISTA
Y REVOLUCIONARIA
Cuando
amanece el día uno debe responder ante las hojas. Ante el sol que abre las
nubes y la luz. Ante la gente. Uno debe responder ante la vida, por la vida que
uno tiene y reaparece.
No
se trata simplemente, ahora, de evocar al cantor muerto. Se trata de entender
el significado que nos deja esa muerte horrible. Facundo Cabral al que
llevábamos en los labios, algunos sin saber que él mismo era.
Facundo,
aquel que gustaba de andar en bicicleta y ver a “María en el trigal” en versos inolvidables que han recorrido el
mundo; Facundo Cabral el poeta irreverente, el amante de los caminos y las
rosas, de las muchachas pletóricas de vida; Facundo Cabral el de la guitarra ardiente
no dejará de cantar ya nunca.
Su
muerte lo ha catapultado al lugar donde deben estar los irremplazables. Los que
no mueren con morir. Facundo, igual que otros como Mercedes Sosa y Víctor Jara,
cantaron en su momento y siguieron cantando según la oportunidad que los
pueblos les dieron para ello.
Facundo
Cabral estuvo y está en los pueblos, entre los jóvenes progresistas de la clase
media, entre los trabajadores, campesinos, entre la juventud, la mujer
trabajadora, los maestros y maestras; esa oleada de canciones rubicundas contra
las dictaduras militares en Argentina y Bolivia, o exaltando las propuestas de
cambio que se hicieron en Chile, aún a pesar de que aquella cúspide de la
canción chilena se vio impedida de aflorar en toda la dimensión del sueño
realista del socialismo debido al subjetivismo reformista, pero sobre todo
debido a la feroz represión del fascismo pinochetista que echó al traste con
aquel subyugante movimiento musical popular. Facundo Cabral y toda esa
generación de cantautores e intérpretes de la llamada “canción protesta”, representaron y representan todo un período
progresista que ganó para sus sueños a las grandes mayorías y abre las arterías
para la vorágine de la nueva canción que soliviante, aún más, a los
trabajadores, a los pueblos, a la juventud alzada contra los opresores, contra
el imperialismo y el capitalismo.
Facundo
salía de cantar ante una multitud de gentes que lo sentían y lo revivieron en
Guatemala; Cabral cantó a la belleza de la vida, al anhelo de cambios. Le cantó
a un mundo mejor. A un mundo distinto. No le cantó al opresor. Lo fustigó. No
le cantó al que chupa la sangre en las canteras y en las minas: A éste le cortó
su insensibilidad; sensibilizando con los hilos de su guitarra y la fuerza de
su voz musicalizada a los pobres.
Hoy,
a la muerte de este cantor cuyas canciones se convierten en patrimonio cultural
de a quienes él les cantó, intenta ser manipulado
por quienes han representado y representan a aquellos contra quien Facundo Cabral
cantó; escuchar hablar a Santos de su simpatía
por Facundo Cabral es olvidar los crímenes del fascismo en Colombia; escuchar a
Correa referirse con demagogia a Facundo como un “hombre casi ciego” conduce a mirar
al fondo de la obra imperecedera de “Cabral”; obliga a captar las resonancias musicales
que provienen de un alma vigorosa, progresista y revolucionaria como la de
Facundo Cabral para quien la vista de
sus anhelos, corazón y sueños va más allá del simple “ojo humano común”.
Facundo
Cabral cantó contra el capitalismo, contra el imperialismo, contra la
dominación norteamericana y contra las serviles oligarquías y sus gobiernos.
Su
muerte solo confirma que el sicariato, -otra mancha horrorosa del capitalismo
creado por él mismo- no se equivoca; si los sicarios apuntaron a la cabeza de
un empresario no es lo más importante; lo importante es que en el cruce de esos
disparos fue golpeada en sus elementos más tiernos e irascibles la canción
progresista irreverente y revolucionaria que desde los años 60s hasta ahora han
recuperado siempre el amor por la vida; sobre todo por la vida del que se alza
contra la opresión; medio siglo de canciones progresistas no han muerto. Reviven
con fuerza en la primera y segunda década del siglo veintiuno y Facundo Cabral
fue parte de esa tradición progresista inconmensurable que solo un ciego e
insensible deja de ver.
Ha
pasado a la memoria inmortal de los pueblos la voz, la guitarra y la música de
Facundo Cabral quien le cantó a la alegría, al amor, a la belleza de la vida
que se encuentra, a pesar de la opresión y desdichas que causa el capitalismo,
combatiendo contra éste y por la libertad definitiva para la Patria y los
oprimidos.
Seguramente
por razón de su edad había perdido parte de su vista, lo más importante es que
en su dimensión cultural y artística progresista, de izquierda y revolucionaria,
había adquirido la inconmensurabilidad del vino añejo; la fortaleza y el vigor
de lo que permanece y a la vez está en cambio; Facundo Cabral venía de un
recital donde fue ovacionado, aclamado por más de cinco mil personas. ¿Qué
ciego es aquel que no puede ver que lo más importante es una edad que reflejó
la energía, la firmeza de lo que permanece y está en armonía con los cambios
para los de abajo?
La
fortaleza espiritual y física de Facundo Cabral no está en duda por más que
haya perdido, un tanto, la vista.
Nosotros,
quienes no estamos ciegos, vemos con brillo la grandeza y potencialidad de sus
canciones que hoy fueron cortadas de raíz, de un tajo, pero cuya obra permanece
en la retina, en el corazón, en los pulmones y en la mente de quienes nunca
dejaremos de escuchar la belleza popular, progresista, de aquellas inolvidables
creaciones.
Nuestra
profunda solidaridad pertenece a aquellos, como Facundo Cabral, “que han muerto y siguen viviendo”, como
dice el verso de “Los Noviembres”.
ODISEO
RUNA
grande, cabral.
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