LOS
ENCENDIDOS COMBATES DE OCTUBRE
DEBEN
REFLEJARSE EN LA
CREACIÓN ARTÍSTICA POPULAR
Lenin destacaba: “El arte y
la literatura son reflejo de la lucha de clases” y agregó otro axioma: “El arte y
la literatura son tuerca y tornillo de la revolución”.
La vorágine del combate
popular durante el resplandeciente mes de Octubre del 2009 ha roto el almohadón
de plumas, con reluciente forro de seda que cubría el cimiento ideológico del
“socialismo siglo XXI”, la simbología de la cansina monserga de la “revolución
ciudadana” que copa la propaganda oficialista.
Este es uno de los logros
ideológicos del estallido de la lucha de los de abajo, del caudaloso combate
político victorioso del magisterio, la juventud estudiosa, los padres de
familia, los pueblos indígenas.
Estas resquebrajaduras
envueltas en la millonaria propaganda que se difunde con brillosos broches, no
es algo “lírico”, intrascendente. Esta cargada simbología está embisagrada con
el pomposo proyecto desarrollista y
reformista de Correa.
En los símbolos ancestrales
bordados en sus blanco- mestizas camisas se difunde la idea de que su gobierno
es adalid de la “plurinacionalidad”.
Nada más falso.
Tras el exhibicionismo de esa
simbología ancestral que va acompañada de una demagógica verborrea quechua- mestiza
se encubre una visión socialdemócrata de tintes racistas, de hondas raíces
colonialistas barrocas evidenciadas en la represión al levantamiento indígena
de la CONAIE
donde fue asesinado el maestro Bosco Bisuwa y se confirma con la expedición que
Correa asume del decreto 1780 que entrega la educación en la Amazonía a la Iglesia Católica cuya secular
dominación religiosa en esa región está ligada a los crímenes cometidos por la Orden de los Jesuitas en las
mitas, obrajes, curicamayatos, contra los pueblos indígenas frente a los cuales
tienen resonancia los embravecidos levantamientos de los pueblos Shuar y
Oyaricos contra dicha Orden en Morona Santiago en 1877 con cuyo oleaje aquella
fue expulsada de la Amazonía
así como la labor de adoctrinamiento clerical destructora de las raíces
ancestrales de las culturas de los pueblos indígenas que han llevado a cabo los
Salesianos, Josefinos y otras órdenes en
la Amazonía
y en particular en Morona Santiago y Napo.
II
El ideario contenido en “La patria ya es de todos”, la falsedad
de que vivimos en un país donde “todos
somos libres e iguales, tan solo diversos” difundida por el Ministerio de
Cultura; la idea reformista de que el actual “Estado es de todos”, así como la tesis anticientífica de Correa de
que, en el Ecuador de hoy, “no existe la lucha de clases” han sido remecidos por el altivo
movimiento político y social de Octubre.
Este inicial vapuleamiento
del ideario y simbología de la “revolución ciudadana” es resultado de que la vida, el combate de los pueblos
explotados ha restituido la vigencia de la tesis científica de la lucha de
clases aflorada en el ímpetu combatiente de los oprimidos, brotando de los
pechos henchidos del magisterio, de la juventud, del movimiento indígena, al
tomarse las calles, las plazas, las avenidas, las carreteras de Quito,
Guayaquil y de todo el Ecuador recibiendo los ecos, los sonidos de las ciudades
y de los campos en ebullición que culminaron en sendas tomas de la Plaza Grande y cercos sobre el
Palacio de Carondelet, mareas populares que, a la par que obligaron a Correa y
a su gobierno a “dialogar” con las fuerzas sociales beligerantes alzadas contra
sus leyes neoliberales, han iniciado el despellejamiento ideológico de los
elementos culturales, de los símbolos a través de los cuales el proyecto
desarrollista busca afianzarse entre las masas y convertirse en cimiento
ideológico del “socialismo del siglo XXI” y de la “revolución ciudadana”.
Las hilachas que vuelan por
los aires del Ecuador tras las luchas de Octubre son como una almohada con
funda nueva pero rellena de viejas y resecas plumas con las cuales quiere
mimetizarse la nueva burguesía que ejerce el gobierno desde el derechista Círculo
VerdiRosa pero que han sido abiertas por el picoteo decidido de la lucha
popular.
II
Este aleccionador ejemplo
demanda, ahora, enfrentar otra de las leyes antipopulares del gobierno de
Correa que niega el carácter emancipador, pluricultural, popular de nuestro
patrimonio cultural tangible e intangible: la Ley de Cultura entregada a la Asamblea Nacional,
a nombre de Correa, por el Ministerio de Cultura bajo el membrete de un
supuesto “debate democrático” desarrollado con el estereotipo demagógico,
reaccionario, autoritario, de “Los Cien Días de la Cultura”.
“LA LEY DE CULTURA” DEL GOBIERNO
REPRESENTA LOS INTERESES
DE
LA NUEVA
INSTITUCIONALIDAD BURGUESA
El
gobierno de Correa, de la “revolución ciudadana” introduce en la Ley de Cultura el
estereotipo de “elementos de la cultura contemporánea” que no son más que los
de la nueva institucionalidad burguesa.
Por
esa vía centraliza todos los antiguos organismos estatales “de la
cultura”-Banco Central y la CCE
en particular-, no para “democratizar la cultura” sino para hegemonizar un
pensamiento y praxis autoritarios, opuestos a la cultura emancipadora,
popular y pluricultural que caracteriza la historia de las culturas
progresistas del Ecuador creando superorganismos como “El Instituto Nacional
de Audio Visuales” para imponer, hegemónica, verticalmente, el pensamiento-
Correa.
Esto
se complementa con la total desaparición, dentro de esta Ley, de las
organizaciones de artistas y escritores progresistas, democráticos y
populares que están enraizadas a la vida artística y cultural del Ecuador.
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BREVE
REPASO DE CÓMO ESTE PROYECTO SOCIALDEMOCRATA ES PARTE INTEGRANTE DE LAS CULTURAS
DOMINANTES
QUE
HAN EJERCIDO EL PODER
DESDE
LA COLONIA HASTA
NUESTROS DÍAS
Sobre la base de la imposición,
por la fuerza, del sistema económico esclavista y feudal, el Coloniaje de
España, implantó desde el poder una cultura espiritual –que tuvo como eje a la Religión Católica
y al idioma español, sustancia biológica y
cultural de nuestro mestizaje-, un pensamiento barroco-feudal expresado
en la arquitectura, la plástica, la literatura, el modo de vida de los colonizadores
sobre las culturas ancestrales indígenas, pensamiento que debía reproducir el
pueblo mestizo.
Tras las guerras
independentistas, durante la
República, este pensamiento cultural cambio de forma, pero su
naturaleza y carácter de clase se mantuvo, se enlazó con la dominación criollo
latifundista.
La Revolución Liberal, el
progresismo, golpearon elementos de esa cultura, más, ésta, tras el crimen de Alfaro se enlazó con la cultura latifundista
y la nueva cultura burguesa, criollas ambas, ligadas a la penetración
imperialista.
Durante el último cuarto de
siglo de los gobiernos de la “partidocrasia burguesa” esa cultura burguesa dominante,
desnacionalizada, persistió.
Se aspiraba y así los
batintines nacionalistas y proclamas “democráticas” del actual gobierno, la
creación del Ministerio de Cultura, y la propaganda de un Sistema Nacional de
Cultura (SNC), devenidos tras la caída del último gobierno de Gutiérrez al
servicio del imperialismo y las oligarquías, iría impulsando una cultura
progresista, más, los recientes acontecimientos sociales y políticos derivados
de un conjunto de leyes neoliberales expedidas por Correa, a la cual se suma la Ley de Cultura, muestran un
panorama diferente.
El
actual gobierno de la “revolución ciudadana”, como eje de la Ley de Cultura, introduce unos
“elementos culturales contemporáneos” que son ajenos al desarrollo de nuestro
pensamiento cultural progresista, refresquemos este aserto:
LA
CULTURA
EMANCIPADORA
PROGRESISTA,
PLURICULTURAL
Y
POPULAR EN EL ECUADOR
Confrontando a todas las
expresiones de las culturas dominantes, el pensamiento cultural progresista del
Ecuador se ha ido abriendo paso en la historia de la lucha de clases generando
una diversidad de identidades liberadoras de la opresión y el oscurantismo.
El pensamiento de Espejo,
Mejía, Olmedo fueron anticolonialistas, emancipadores.
Durante la
Revolución Liberal se desarrolla un
pensamiento político y literario opuesto al oscurantismo latifundista: Las obras
iluministas de Montalvo y Peralta confrontaron en forma virulenta la dominación
conservadora en el poder, así como a la Doctrina Monroe norteamericana.
La literatura de los años 30
se dirigió contra la política represiva de gobiernos como el Liberal de José
Luis Tamayo, que asesinó a los trabajadores durante la Primera Huelga
General.
La
cultura ecuatoriana, mestiza y negra, tienen un acumulado emancipador que se enlaza con la cultura de los pueblos
indígenas ancestrales brotada de los combates y alzamientos de los pueblos
indígenas donde destacan los dirigidos por Jumandi y Kiruba en la Amazonía, por Daquilema
en Chimborazo, los mismos que se expresan en un grado más alto en los levantamientos culturales de los
pueblos indígenas de fines del siglo XX de los cuales se desarrolla el
pensamiento progresista, político, artístico y literario de los pueblos
indígenas integrantes de sus etnias y nacionalidades.
El
sucesivo desarrollo de nuestro pensamiento cultural progresista ecuatoriano es elemento
sustancial de la cultura de la nación ecuatoriana y se imbrica con el
pensamiento progresista de los pueblos de las etnias y nacionalidades indígenas
y del pueblo negro; es sustento progresista de nuestra plurinacionalidad y se
engarza con ella.
Aquí descuellan: la poética de Jorge Carrera Andrade y de otros
destacados cultores progresistas del pensamiento progresista, el teatro
antiyanqui y antioligárquico de Ernesto Albán, el “Teatro Ensayo de la CCE”, el pensamiento de
Agustín Cueva, la obra pictórica de Pinto, de Kingman, de Guayasamín, el arte y
la literatura progresistas de los Tzánsicos, del Centro de Arte Nacional con
los Grupos “Noviembre 15”,
“Cantores del Pueblo” y en Guayaquil “Chumichasqui” liderado por Armando
Coronel, el trabajo artístico multilateral donde destaca la obra de los
escritores y artistas de la talla de Rafael Larrea, Alfonso Murriagui, Alfonso
Chávez, Juan Ruales, que lideran la
UNAP, la música, el teatro de la calle, la obra de
cantautores como Jaime Guevara, las novelas de Abdón Ubidia, Alicia Yánez Cosío,
los elementos progresistas que se encuentran en la obra de Jorge Enrique Adoum
y de otros escritores contemporáneos progresistas, la danza de Susana Reyes,
los Festivales “Rosa de Agosto” organizados por el FAP de Guayas, los
Festivales de cultura negra del Pacífico organizados por el Municipio de
Esmeraldas desde su Departamento de Cultura, las creaciones étnico- populares
del Grupo “Mashca Danza” de la
Universidad de Cotopaxi, la obra de los pintores jóvenes de
Imbabura liderados por Emerson Hidalgo, solo para ubicar algunos ejemplos.
EL
ETNICISMO ENCUBRE EL CORPORATIVISMO
HEGEMÓNICO
DEL
“SISTEMA NACIONAL DE CULTURA”
La praxis cultural del
Ministerio de Cultura es “etnicista”,
desprovista de contenido progresista, popular,
clasista en una palabra, y esto se refleja en la Ley de Cultura que,
manipulando los “Cien Días de la
Cultura” -de igual modo
procedió Correa y su gobierno con la
Ley de Educación Superior del Semplades-, no recogió los
aportes dados por el Primer Congreso de
Artes Populares del Ecuador realizado en coordinación entre la UNAPE y el Ministerio de
Cultura, ni de ninguno de los foros realizados con los delegados de diversas
organizaciones de artistas, escritores y promotores culturales.
De
igual modo ha procedido la “Comisión de Cultura” de la Asamblea Nacional:
el recorrido por algunas provincias del país y el cierre de su recorrido en el Salón
de la Cámara
del Senado de la
Asamblea Nacional estaba abarrotado de funcionarios y
empleados, de beneficiarios -como los representantes del Sistema Nacional de
Audio Visuales y de Bibliotecas- con los cuales hicieron una virtual y
pragmática mayoría que aprobó el texto del Proyecto de Ley de Cultura, Ley que es
la negación del pensamiento progresista, democrático, plurinacional, del
Ecuador de hoy.
Esta manipulación de la democracia
no es nueva, es aprendida de la metodología de las ONGs, de “Los Planes de
Desarrollo Local” y de los “Presupuestos Participativos” donde se deja un
espacio a “lo étnico cultural y local”.
Por medio de este conductismo
reaccionario, vertical, esta visión cultural etnicista hace confrontar entre si
a las culturas locales y étnicas, y a la cultura progresista mestiza, elementos
sustanciales de nuestra plurinacionalidad, que, en la vida cultural del país, se
funden unas con otras, se complementan, sientan las bases de una
interculturalidad que solo será factible a plenitud en el auténtico sistema
socialista.
El etnicismo sustentado en el “pensamiento
cultural contemporáneo” de Correa y Noriega es fabricado postizamente, de
espaldas a nuestra historia cultural progresista y se expresa en el slogan “libres, iguales y diversos”, del
Ministerio de Cultura, que oculta y mimetiza la lucha de los pueblos mestizo,
indígena y negro, reduciéndola exclusivamente a lo étnico, privándolos de los
elementos clasistas de la cultura que son característicos de nuestras pensamiento
cultural liberador.
EL
“PENSAMIENTO CULTURAL CONTEMPORANEO”
DE
CORREA SE PROPONE INSTITUCIONALIZAR HEGEMÓNICAMENTE
LA LLAMADA “REVOLUCIÓN CIUDADANA”
Y
ES OPUESTO A NUESTRO PENSAMIENTO CULTURAL REVOLUCIONARIO, ANTIIMPERIALISTA, DEMOCRATA Y GENUINAMENTE PROGRESISTA
Nuestro acumulado cultural
progresista, es opuesto antagónicamente al "pensamiento" de Correa. El llamado
“pensamiento cultural contemporáneo” pretende encasillar a “todos y todas”, autoritariamente, en el “tutelaje ciudadano” para dar sostén ideológico a su farsa de la
“revolución ciudadana” y su estereotipo de “socialismo del siglo XXI” de
resonancias caudillistas y populistas carentes de creatividad.
Al igual que ha procedido con
las restantes leyes neoliberales que la lucha popular ha frenado con sus
combates y altivas protestas, Correa y Noriega pretenden ejercer el control
hegemónico desde el Ministerio de Cultura sobre todas las manifestaciones del
arte.
Para justificar su contenido,
utiliza las falencias que, en determinados organismos del Estado “responsables
de la cultura”se han producido y que son resultado, en las últimas décadas, de más
de 40 años de poder oligárquico e imperialista a través del cual los diversos
gobiernos civiles y militares impusieron los vicios del burocratismo y del
elitismo en las cúpulas de organismos “dedicados a la cultura” como el Banco
Central y la CCE.
Ciertamente eso ha ocurrido
con posterioridad al año 1.964 en que, tras la dictadura militar de Castro-
Jijón, la intelectualidad progresista realizó la toma de los Núcleos y la Matriz de la CCE y presionó sobre los espacios
culturales a cargo del Banco Central imprimiéndole, temporalmente, signos
progresistas.
Más, tras la Ley
de Cultura reaccionaria de la dictadura desarrollista militar, durante un
cuarto de siglo, los gobiernos de la partidocrasia burguesa impusieron su
cultura dominante, en contra de la cual, desde fuera y desde dentro, la
intelectualidad progresista ha venido batallando, denunciando el manejo
elitista de los Fondos de Cultura, y el burocratismo de la CCE y del BCE.
El actual gobierno, lejos de
“democratizar” la cultura, aprovechando esas falencias y vicios, procede, en la actual Ley de Cultura, a instaurar
una ultracentralización, hegemónica, autoritaria y vertical, centralizando el
andamiaje cultural del Banco Central, de la CCE y al Sistema Nacional de Archivos y
Bibliotecas, y de Patrimonio Cultural, al cual agregarían super organismos como
“El Instituto Nacional de Audio Visuales” que fusionaría al Sistema Nacional de
Cinematografía y de Audio Visuales, agregando la imposición del tutelaje sobre
los artistas, escritores, promotores culturales, sobre la labor científica y
tecnológica progresista, basada en la “visión de ciudadanía” a través del
“Sistema Nacional de las Artes” que estaría bajo el control omnímodo,
hegemónico, del Ministerio de Cultura de Noriega subordinado al pensamiento
autoritario de Correa.
Una
super centralización hegemonizada por el Ministerio de Cultura, dotándolo de
recursos millonarios para impulsar el proyecto de la “revolución ciudadana”.
Este Proyecto de Ley de
Cultura reafirma la visión y praxis de las culturas dominantes, pero es más
reaccionario pues, a la par que manipula las culturas étnicas de los pueblos
indígenas y negro, a sus identidades y su riquísimo folklore, convirtiéndolos en
instrumentos de la “nueva institucionalidad burguesa”, al mismo tiempo remacha
la vieja política cultural oligárquica y proimperialista: oprimir al
pensamiento progresista, emancipador, pluricultural, característico de nuestro lucha por alcanzar
la emancipación.
No es extraño, entonces, que,
en este Proyecto político hegemonista, autoritario, se deje de lado a las organizaciones nacionales,
provinciales, cantonales, étnicas, de los artistas y escritores, de los
promotores culturales progresistas y populares que han venido luchando contra el
burocratismo y el elitismo en el Ecuador, solo para encontrarse conque el
“moderno” “Sistema Nacional de Cultura”, es ultra centralista, represivo y
antipopular, acentúa el elitismo, la concentración de recursos y el
burocratismo.
*
* *
De allí resulta que es una
falacia, oculta en los “proyectos concursables” y en la hueca palabrería de la
“defensa de los derechos culturales” y de “la libertad estética de los
creadores” que los creadores puedan usufructuar de sus creaciones, y mucho
menos de que este Proyecto de Ley abra posibilidades para que los artistas,
escritores y promotores puedan acceder a la seguridad social.
El
llamado Sistema Nacional de Cultura, es un VIH burocrático que se propone eliminar
las defensas y atacar las potencialidades construidas a lo largo de nuestra
historia progresista de las culturas del Ecuador.
La cultura “ahora”, “ya es de
todos los “ciudadanos artistas” que se inclinen, laman, reciban recursos, se
someten al “tutelaje” de Correa y Noriega, quienes se atribuyen ser la cúspide
del “pensamiento cultural contemporáneo” que no es mas que otra variante del
pensamiento y la praxis del corporativismo estructuralista de las clases explotadoras
encubierto en algunas reformas y en un falso desarrollo del Ecuador.
Este Proyecto de Ley de
Cultura, ratifica que la creación no está en la mira de esta nueva burguesía
del “Círculo VerdiRosa. Apunta a la reproducción vertical de su “pensamiento
cultural contemporáneo”, a la utilización de las culturas étnicas, de las
identidades locales, de la artesanía artística, recreándolas a través de las
“industrias culturales”, “nuevo “producto”, “nueva creación correista-
norieguista”, que no es más que la simple calca de las Galerías Norteamericanas
que mercantilizaron el arte, -luego de la Segunda Guerra Mundial-,
financiadas por la CIA
y el imperialismo norteamericano convirtiendo a Nueva York, a la pintura
abstracta y al cine norteamericano, en el supuesto “arquetipo” del arte
mundial.
Los artistas, escritores y
promotores del Ecuador, sin embargo de este engendro anticultural en contra del
cual han resuelto movilizarse en las
calles y foros y hacia la Asamblea Nacional denunciando la farsa de ese Proyecto
de Ley de Cultura, próximo a aprobarse, apretan las manos junto a las raíces
históricas y a nuestra contemporaneidad liberadora, a sabiendas de que el
camino de la creación emancipadora, pluricultural, popular y progresista, no
depende de que se agache la cabeza frente a este gobierno autoritario,
represivo, antipopular, sino del espíritu libérrimo, altivo, combatiente, único
capaz de generar nuevas creaciones artísticas populares, emancipadoras.
En el Ecuador en peores
condiciones y más adversas, brotó y se expandió la obra de los escritores y
artistas de los años 30 que es un eje libertario del arte popular y esa obra
continuó en la década de los 60 hasta nuestra auténtica contemporaneidad
popular, progresista, pluricultural y libertaria.
* * *
Correa y Noriega solo prueban
ser, lo que son, apéndices,
reproductores de la cultura burguesa imprimiéndole “creativamente” -en
realidad, de manera mediocre, clientelar, hartamente viciada de demagogia y
populismo-, utilizando los recursos del Estado para promover algo más viejo que
una lagartija al sol: la manipulación del folklore y de las identidades locales
que se desarrollan con motivo de cada efemérides provincial, de cada
“cantonización”, de cada fiesta como la de “La
Mama Negra”.
Eso han hecho todos los
“presidentes” al servicio de la oligarquía y con mayor versatilidad.
Esta es la demagogia
miserable del “etnicismo” que ahora enarbolan: la manipulación de las
creaciones artísticas creadas por los
pueblos.
Lo que actualmente hacen con
nuestras culturas étnicas, el imperialismo y la burguesía lo han hecho siempre:
insertarlas en el sistema capitalista: Así hicieron con el blue y el jazz,
música del pueblo negro que vivía hacinado en las barracas de las haciendas
esclavistas norteamericanas, incorporarlas, insertarlas en el mercado
capitalista para mostrar la “democracia” yanqui que linchaba a los negros a
través del Klu Klux Klan en el Sur de los Estados Unidos.
Ahora,
Correa manipula el pasillo, los bailes étnicos, la música popular, inclusive la
canción protesta latinoamericana para mimetizar su naturaleza y políticas
derechistas, utilizando como carnada, los “proyectos concursables”, es decir
los recursos del Estado para tener en ascuas a los artistas, en tanto, en los
hechos reprime con la policía, agrede agresivamente instaurando el insolente
“pelofustanismo” racista contra el pensamiento cultural progresista,
pluricultural, popular, revolucionario que emerge de los combates que libra el
magisterio, la juventud, los pueblos indígenas, cuyo vivo material es fuente de
las nuevas creaciones artísticas y literarias del siglo XXI, opuestas al
llamado “pensamiento cultural contemporáneo” que no es otra cosa que la farsa
demagógica de la “revolución ciudadana” que fracasó,-pero que persistirá en su estulticia
reaccionaria-, al intentar destruir a la izquierda revolucionaria, a los
gremios que luchan por su libertad y emancipación, cuya línea hace extensiva a
los artistas y escritores progresistas, democráticos, patriotas, populares,
revolucionarios, cuya naturaleza derechista y reaccionaria se ahonda.
El eje para desenmascarar
esta manipulación es su negación absurda, anticientífica, de la lucha de clases
que brota de la vida, de los alzamientos populares de Octubre del 2009.
El Ecuador de nuestros días bulle
por un cambio auténtico y este proceso emancipador ha cobrado más aliento y se
desarrollará.
De hecho, el movimiento
social y político de las masas -que es el arquetipo de nuestra estética
revolucionara proletaria-, así como sus héroes populares, sus prototipos, se
reflejará, por fuerza, en el ámbito artístico, literario, cultural en suma. Una
de estas tareas actuales, urgente, es enfrentar con la movilización de los
artistas, escritores, promotores, con la juventud y la mujer, a este Proyecto de
Ley de Cultura de Correa.
Para ello sirve de ejemplo y
estímulo la lucha de nuestros pueblos que
se levantan, que se afirman en la lucha
por una auténtica revolución social liberadora.
Noviembre 2009
ODISEO RUNA
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