jueves, 16 de julio de 2015

Eduardo Galeano y la memoria histórica de Indo América



LA MEMORIA COLECTIVA POPULAR DE INDO AMERICA REVIVE EN LA MUERTE DE GALEANO

Tras un velorio y entierro a la altura de su personalidad descollante como escritor artístico antimperialista y anti oligarca reposa en la tierra de Uruguay uno de sus más preclaros hijos.
Tierra de la que fue desterrado por el militarismo acechante de toda idea que ilumine la conciencia de los oprimidos y a la que volvió cuando esos vientos agitaron el modelo de la democracia burguesa que Galeano aprovechó bien para motivar el despertar de nuestra memoria colectiva histórica obrera, popular y antiimperialista.
Reposa en la tierra que amó y defendió el rostro de granito de uno de los literatos artísticos más prominentes de Indo América, Eduardo Galeano, por su estilo y contenidos que permitieron leer fluidamente su obra inagotable: “Las Venas Abiertas de América Latina”, que, remontándose a las culturas indígenas originarias, traspasando las demoníacas colonias española y portuguesa genocidas; confrontando la introducción de los imperialismos, inglés y norteamericano, particularmente este último, puso al descubierto ante los pueblos la barbarie de someternos a ser “países atrasados”, hasta afirmar un remoquete anti histórico: “Países del Tercer Mundo”, para justificar el habernos convertido, por la fuerza y la dominación de su política de “Buen Vecino” del estilo de la “Doctrina Monroe” y “Alianza para el Progreso”, en suculentas fuentes de recursos naturales y materias primas para sus monopolios del petróleo, de plata, oro, cobre, atornillados por la sujeción a una deuda externa inmoral, impagable.
Modelo dependiente, que, para camuflarlo debido a los permanentes alzamientos políticos populares y democráticos, el imperialismo, de común acuerdo con sus sirvientes oligarcas criollos y sus gobiernos títeres, propicia el impulso de un desarrollo deformado y limitado a sus intereses económicos, que oculta, pero al fondo afirma su dominación.  
“Desarrollismo” sometido al interés de mantenernos bajo ese modelo de dependencia que los trabajadores y los pueblos que debemos romper para instaurar gobiernos soberanos, realmente patrióticos y democráticos que abran el rumbo al único socialismo, no a la falsía barnizada de “Jaguar” y de “Milagro”, que, a través de una obra monumental desarrollista y migajas reformistas, no rompe con la dependencia del capital financiero y de la dominación oligárquica sino que la amplía y remacha.  
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Galeano jugó un papel destacado y vivaz para desenmascarar las aviesas intervenciones políticas y armadas de los Estados Unidos realizadas con la complacencia de tiranos del corte de Batista, Somoza, Trujillo, Balaguer, representantes de las oligarquías criollas.
Alrededor de su muerte, de ese rostro de mármol que nadie pensó jamás dejaría de esparcir memorias que superan lo cotidiano y transforman hechos al parecer domésticos en fuetazos, en chispas de leños que se esparcen al anochecer en las explanadas de los montes y llanuras de Argentina, Brasil, Uruguay, Ecuador, como los pincelados por Galeano al retrotraer las imágenes de las cruces lanzadas por los trabajadores cada 15 de Noviembre sobre las aguas de la Ría Guayas para recordar el crimen colectivo del gobierno liberal burgués de Luis Tamayo contra la Huelga General de trabajadores de 1922 en nuestro país; para agarrar, oído atento, ojo pelao, aquellos cuentos verdaderos que te mantienen alumbrado durante la noche y te transportan a todos los lugares del mundo particularmente de Indo América.
Ese rostro incorruptible. Ese talento que exaltó a aquella bailarina que imitaba a los árboles y al viento y no se inmutaba al bailar desnuda mostrando como la danza refleja el vaivén de la naturaleza: Isadora Duncan, artista democrática invitada a enseñar a los niños y niñas durante la construcción del socialismo en la etapa victoriosa de la Revolución Socialista en la URSSS.
Galeano, quien extrajo de las entrañas de la memoria vívida a aquellos héroes y heroínas venidos de abajo para colocarlos en el andarivel de la memoria recóndita a fin de que como los fuelles que lanzaron sus vidas al combate por la libertad, retumben y agiten las aguas en remolino de los ríos profundos, libertarios y afirmen que son los hombres y mujeres de abajo los que hacen la historia.
Como en Quariteré, “santuario de los esclavos fugitivos en Brasil, liderado por una mujer: Teresa de Benguela”*; o en “Conceicao das Crioulas, en Pernambuco, fundada por dos esclavas fugitivas negras: Francisca y Mendecha Ferrerira”*; o esas cinco mujeres con su veintena de hijos, quienes, encabezadas por Domitila se vinieron desde la mina de estaño en Catavi, hasta la capital de Bolivia y le declararon una huelga de hambre a la dictadura militar* logrando multiplicar el avispero con miles de miles que se lanzaron a otras huelgas de hambre y echaron abajo a los militares opresores; como las jefas de los quilombos que en Brasil dirigían las ventiscas contra la esclavitud; o las Cuatro Manuelas: Manuela Sáenz, Manuela Cañizares, Manuela Espejo y la mujer indígena  Manuela León que se alzó contra el “Santo del Patíbulo” en el Ecuador liderando las luchas emancipadoras y liberadoras.*

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Aquella mente lúcida, despierta como un gallo al amanecer que osó escupir denunciando las andanada de golpes de Estado propiciados por la CIA y el imperialismo yanqui; que mostró los sucios vómitos de Somoza, de Rockefeller, de Ford, contra el comunismo y los bolcheviques; que denunció a los gobiernos títeres del imperialismo yanqui con toda su rastrera costumbre de postrarse de hinojos ante sus dólares y sus mísiles; aquel rostro de piedra viva que jamás pensamos moriría porque vivía en las vidas de la enorme memoria colectiva que nos enseñó a guardar, a mantener viva como un fuelle dentro de nuestros pechos para jamás desgraciar esa memoria en el pensar que alguna vez, pese a sus temporales, engañosas victorias, los de arriba y sus secuaces como Batista o Somoza, Franco o Mussolini, Trujillo o Correa, puedan pensar que éstas son definitivas, finales, que nadie las va a remover desde los ríos de abajo, desde las torrenciales lluvias subterráneas que cuando brotan abrasivas, llenas de ira y lava a la batalla campal, abierta, no dejan otra cosa que la verdad incólume de los oprimidos, llena de sangre, herida pero cuajada de fuego; que hacen de las calles y plazas, de los campos y los días, de los anocheceres y los amaneceres, días de gloria como los exaltados por Neruda en “Canción de Gesta”; o por Paul Eluard cuando, durante la Segunda Guerra Mundial, desde el París de la resistencia al fascismo, pinceló poéticamente: “Escribo en las paredes, tu nombre, libertad..”; o en las pinturas libertarias de Picasso y Siqueiros; en los poemas “Cual rayos que no cesan” de Miguel Hernández; o en las obras fustigantes contra el “pintor de brocha gorda” –Hitler- enrostrado con audacia y fuerza por Brecht cuando el fascismo terminó arrasado en las heroicas batallas de Stalingrado bajo la dirección del ejército rojo y de los pueblos de la URSS dirigidos por el glorioso partido bolchevique y Stalin, hoy reconocido en la Rusia actual como el gran jefe y héroe de la lucha antifascista que fue.  
Ese rostro mestizo, altivo, rubicundo, que jamás pensamos descansaría para siempre en el suave tejido de un ataúd, en su patria Uruguay a la que siempre enracimó desde las descomunales y eruditas memorias de sus hombres y mujeres ardientes y alzadas, está hoy rodeado de recortes de periódicos, de páginas que vuelan a su alrededor sin que nadie pueda detenerlas: Sus hermanas, sus abuelas y abuelos, sus tatarabuelos de los montes indígenas de la tierra y del fuego, vuelan como las mariposas amarrillas de García Márquez a su alrededor que lo acompañan en ese temporal trajinar hacia la tierra y sus honduras.
Se lo llevó, como ocurre con todo al que le toca el tiempo de morir, un cáncer al pulmón. Pero no ha muerto. Su rostro imperturbable cuando denunció a los asesinos de Sacco y Vanzetti, las intervenciones de la Estándar Oil y la Texaco en América Latina; el crimen de Alfaro amparado por la “Santa Madre Iglesia” en Ecuador; el asesinato a mansalva de Sandino; cuando exaltó la victoria armada de la Sierra Maestra, liderada por Fidel, el Che y Camilo Cienfuegos; cuando destacó como, pese a ser ignorados y membretados como gente cuya música no tenía eco, “Los Beatles” arrollaron con sus canciones antiimperialistas, democráticas y por la paz.
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Que de verdades están allí en la vida que la propaganda oficial, que la “historia” burguesa mimetiza y camufla, no sacó a la luz en sus “Memorias del Fuego I, II y III”, en “Los Hijos de los Días”; en esa obra refulgente: “Futbol a Sol y Sombra” pincelada con los driblings, amagues, esguinces ejecutados por los maestros de la redonda, del deporte que hace parir gritos que retumban, una y otra vez, cual el nacimiento de mellizos, trillizos y hasta cuatrillizos a los fanáticos, hombres y mujeres que corean un ¡Gol! en los incontables e inconcebibles lugares donde la fanaticada es arrullada por el remecer del fútbol, dedico Eduardo Galeano, para extraer de aquel deporte que concentra multitudes, las virtualidades de los niños que afloran cual maravillas en las canchas de barrio y de comuna, con pelotas de trapo, o pelotas usadas, o pelotas relucientes recién entregadas por buenos y sencillos aupadores del deporte que alumbra, de donde han brotado las figuras de Pelé, Messy, Cristiano Ronaldo, convertidos luego por las maquinarias mundiales del futbol espectáculo que maneja la FIFA en figuras descomunales y multimillonarias cuyas industrias culturales del espectáculo capitalista e imperialista desenmascaró Galeano.
Al tocar este deporte que absorbe multitudes Galeano siempre puso al centro de sus escritos puntiagudos el acento en que sus filigranas fueron zumbadas en las canchas de los pueblos negros, indios, amarillos, mestizos y blancos pobres que luego aprovechan las grandes orquestas de los espectáculos masivos mercantilistas para, a la vez que enriquecerlos y desclasarlos, embutirse de millones.
El talento de los de abajo en el manejo de “la redonda” lo gambeteó con su pluma magistral Galeano para enaltecer a los niños que manejan la pelota con maestría en las canchas de los pueblos para desenmascarar a las empresas que utilizan las maravillas de los pies y el talento de los niños pobres convirtiendo al futbol en un medio masivo de enriquecimiento y alienación. 
Nos deja el talento de granito y vuelo de cóndores de Galeano. Pero también la tarea de, recreando su bellísimo, recio, profundo y popular estilo, reafirmar la memoria popular antiimperialista y anti oligárquica para persistir en aportar a la lucha de las ideas y a la praxis contra la dominación imperialista y oligárquica criolla en América Latina y en cada uno de nuestros países donde tenemos que contribuir a la lucha emancipadora desatando los vientos de nuestras culturas plurinacionales y populares levantiscas calificadas con una sinvergüencería y cinismo burgués rayano en el fascismo, de: “Tira Piedras”: Cultura indoamericana liberadora que enfrenta con vigor la política desarrollista en las Tierras de la Mitad del Mundo, construida habilidosamente para ocultar las medidas económicas y políticas que afectan los intereses de la Patria, los derechos de los trabajadores y los pueblos, que, sin cesar se levantan pese a la represión y la cárcel contra estas medidas y contra la entrega de nuestro oro negro y minería a las multinacionales que destruyen la biodiversidad, los quindes, las orquídeas y las culturas originarias.

*Pincelazos de Galeano  tomados de sus escritos literarios y políticos: “Los Hijos de los Días” y “Memorias del Fuego”
 * Manuela León: alzada  compañera de la vida y el combate del heroe indígena Fernando Daquilema, quienes lideraron la lucha por la tierra y el agua contra el gpobierno latifundista de García Moreno en el siglo 19


ODISEO RUNA   
 

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