LA MEMORIA
COLECTIVA POPULAR DE INDO AMERICA REVIVE EN LA MUERTE DE
GALEANO
Tras un
velorio y entierro a la altura de su personalidad descollante como escritor artístico
antimperialista y anti oligarca reposa en la tierra de Uruguay uno de sus más
preclaros hijos.
Tierra de la
que fue desterrado por el militarismo acechante de toda idea que ilumine la
conciencia de los oprimidos y a la que volvió cuando esos vientos agitaron el
modelo de la democracia burguesa que Galeano aprovechó bien para motivar el
despertar de nuestra memoria colectiva histórica obrera, popular y
antiimperialista.
Reposa en la
tierra que amó y defendió el rostro de granito de uno de los literatos
artísticos más prominentes de Indo América, Eduardo Galeano, por su estilo y
contenidos que permitieron leer fluidamente su obra inagotable: “Las Venas
Abiertas de América Latina”, que, remontándose a las culturas indígenas
originarias, traspasando las demoníacas colonias española y portuguesa genocidas;
confrontando la introducción de los imperialismos, inglés y norteamericano,
particularmente este último, puso al descubierto ante los pueblos la barbarie
de someternos a ser “países atrasados”, hasta afirmar un remoquete anti
histórico: “Países del Tercer Mundo”, para justificar el habernos convertido,
por la fuerza y la dominación de su política de “Buen Vecino” del estilo de la
“Doctrina Monroe” y “Alianza para el Progreso”, en suculentas fuentes de
recursos naturales y materias primas para sus monopolios del petróleo, de
plata, oro, cobre, atornillados por la sujeción a una deuda externa inmoral,
impagable.
Modelo
dependiente, que, para camuflarlo debido a los permanentes alzamientos políticos
populares y democráticos, el imperialismo, de común acuerdo con sus sirvientes
oligarcas criollos y sus gobiernos títeres, propicia el impulso de un
desarrollo deformado y limitado a sus intereses económicos, que oculta, pero al
fondo afirma su dominación.
“Desarrollismo”
sometido al interés de mantenernos bajo ese modelo de dependencia que los trabajadores
y los pueblos que debemos romper para instaurar gobiernos soberanos, realmente
patrióticos y democráticos que abran el rumbo al único socialismo, no a la
falsía barnizada de “Jaguar” y de “Milagro”, que, a través de una obra
monumental desarrollista y migajas reformistas, no rompe con la dependencia del
capital financiero y de la dominación oligárquica sino que la amplía y remacha.
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Galeano jugó
un papel destacado y vivaz para desenmascarar las aviesas intervenciones
políticas y armadas de los Estados Unidos realizadas con la complacencia de
tiranos del corte de Batista, Somoza, Trujillo, Balaguer, representantes de las
oligarquías criollas.
Alrededor de
su muerte, de ese rostro de mármol que nadie pensó jamás dejaría de esparcir memorias
que superan lo cotidiano y transforman hechos al parecer domésticos en
fuetazos, en chispas de leños que se esparcen al anochecer en las explanadas de
los montes y llanuras de Argentina, Brasil, Uruguay, Ecuador, como los
pincelados por Galeano al retrotraer las imágenes de las cruces lanzadas por
los trabajadores cada 15 de Noviembre sobre las aguas de la Ría Guayas para
recordar el crimen colectivo del gobierno liberal burgués de Luis Tamayo contra
la Huelga General de trabajadores de 1922 en nuestro país; para agarrar, oído atento,
ojo pelao, aquellos cuentos verdaderos que te mantienen alumbrado durante la
noche y te transportan a todos los lugares del mundo particularmente de Indo
América.
Ese rostro
incorruptible. Ese talento que exaltó a aquella bailarina que imitaba a los
árboles y al viento y no se inmutaba al bailar desnuda mostrando como la danza
refleja el vaivén de la naturaleza: Isadora Duncan, artista democrática invitada
a enseñar a los niños y niñas durante la construcción del socialismo en la etapa
victoriosa de la Revolución Socialista en la URSSS.
Galeano,
quien extrajo de las entrañas de la memoria vívida a aquellos héroes y heroínas
venidos de abajo para colocarlos en el andarivel de la memoria recóndita a fin
de que como los fuelles que lanzaron sus vidas al combate por la libertad,
retumben y agiten las aguas en remolino de los ríos profundos, libertarios y
afirmen que son los hombres y mujeres de abajo los que hacen la historia.
Como en
Quariteré, “santuario de los esclavos fugitivos en Brasil, liderado por una
mujer: Teresa de Benguela”*; o en “Conceicao das Crioulas, en Pernambuco, fundada
por dos esclavas fugitivas negras: Francisca y Mendecha Ferrerira”*; o esas cinco
mujeres con su veintena de hijos, quienes, encabezadas por Domitila se vinieron
desde la mina de estaño en Catavi, hasta la capital de Bolivia y le declararon
una huelga de hambre a la dictadura militar* logrando multiplicar el avispero con
miles de miles que se lanzaron a otras huelgas de hambre y echaron abajo a los
militares opresores; como las jefas de los quilombos que en Brasil dirigían las
ventiscas contra la esclavitud; o las Cuatro Manuelas: Manuela Sáenz, Manuela
Cañizares, Manuela Espejo y la mujer indígena
Manuela León que se alzó contra el “Santo del Patíbulo” en el Ecuador
liderando las luchas emancipadoras y liberadoras.*
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Aquella
mente lúcida, despierta como un gallo al amanecer que osó escupir denunciando
las andanada de golpes de Estado propiciados por la CIA y el imperialismo
yanqui; que mostró los sucios vómitos de Somoza, de Rockefeller, de Ford,
contra el comunismo y los bolcheviques; que denunció a los gobiernos títeres
del imperialismo yanqui con toda su rastrera costumbre de postrarse de hinojos
ante sus dólares y sus mísiles; aquel rostro de piedra viva que jamás pensamos moriría
porque vivía en las vidas de la enorme memoria colectiva que nos enseñó a
guardar, a mantener viva como un fuelle dentro de nuestros pechos para jamás
desgraciar esa memoria en el pensar que alguna vez, pese a sus temporales, engañosas
victorias, los de arriba y sus secuaces como Batista o Somoza, Franco o
Mussolini, Trujillo o Correa, puedan pensar que éstas son definitivas, finales,
que nadie las va a remover desde los ríos de abajo, desde las torrenciales
lluvias subterráneas que cuando brotan abrasivas, llenas de ira y lava a la batalla
campal, abierta, no dejan otra cosa que la verdad incólume de los oprimidos,
llena de sangre, herida pero cuajada de fuego; que hacen de las calles y
plazas, de los campos y los días, de los anocheceres y los amaneceres, días de
gloria como los exaltados por Neruda en “Canción de Gesta”; o por Paul Eluard
cuando, durante la Segunda Guerra Mundial, desde el París de la resistencia al
fascismo, pinceló poéticamente: “Escribo en las paredes, tu nombre, libertad..”;
o en las pinturas libertarias de Picasso y Siqueiros; en los poemas “Cual rayos
que no cesan” de Miguel Hernández; o en las obras fustigantes contra el “pintor
de brocha gorda” –Hitler- enrostrado con audacia y fuerza por Brecht cuando el
fascismo terminó arrasado en las heroicas batallas de Stalingrado bajo la
dirección del ejército rojo y de los pueblos de la URSS dirigidos por el
glorioso partido bolchevique y Stalin, hoy reconocido en la Rusia actual como
el gran jefe y héroe de la lucha antifascista que fue.
Ese rostro
mestizo, altivo, rubicundo, que jamás pensamos descansaría para siempre en el
suave tejido de un ataúd, en su patria Uruguay a la que siempre enracimó desde las
descomunales y eruditas memorias de sus hombres y mujeres ardientes y alzadas,
está hoy rodeado de recortes de periódicos, de páginas que vuelan a su
alrededor sin que nadie pueda detenerlas: Sus hermanas, sus abuelas y abuelos,
sus tatarabuelos de los montes indígenas de la tierra y del fuego, vuelan como
las mariposas amarrillas de García Márquez a su alrededor que lo acompañan en
ese temporal trajinar hacia la tierra y sus honduras.
Se lo llevó,
como ocurre con todo al que le toca el tiempo de morir, un cáncer al pulmón.
Pero no ha muerto. Su rostro imperturbable cuando denunció a los asesinos de
Sacco y Vanzetti, las intervenciones de la Estándar Oil y la Texaco en América
Latina; el crimen de Alfaro amparado por la “Santa Madre Iglesia” en Ecuador;
el asesinato a mansalva de Sandino; cuando exaltó la victoria armada de la
Sierra Maestra, liderada por Fidel, el Che y Camilo Cienfuegos; cuando destacó
como, pese a ser ignorados y membretados como gente cuya música no tenía eco,
“Los Beatles” arrollaron con sus canciones antiimperialistas, democráticas y por
la paz.
4
Que de
verdades están allí en la vida que la propaganda oficial, que la “historia”
burguesa mimetiza y camufla, no sacó a la luz en sus “Memorias del Fuego I, II
y III”, en “Los Hijos de los Días”; en esa obra refulgente: “Futbol a Sol y
Sombra” pincelada con los driblings, amagues, esguinces ejecutados por los
maestros de la redonda, del deporte que hace parir gritos que retumban, una y
otra vez, cual el nacimiento de mellizos, trillizos y hasta cuatrillizos a los
fanáticos, hombres y mujeres que corean un ¡Gol! en los incontables e
inconcebibles lugares donde la fanaticada es arrullada por el remecer del fútbol,
dedico Eduardo Galeano, para extraer de aquel deporte que concentra multitudes,
las virtualidades de los niños que afloran cual maravillas en las canchas de
barrio y de comuna, con pelotas de trapo, o pelotas usadas, o pelotas
relucientes recién entregadas por buenos y sencillos aupadores del deporte que
alumbra, de donde han brotado las figuras de Pelé, Messy, Cristiano Ronaldo, convertidos
luego por las maquinarias mundiales del futbol espectáculo que maneja la FIFA en
figuras descomunales y multimillonarias cuyas industrias culturales del
espectáculo capitalista e imperialista desenmascaró Galeano.
Al tocar
este deporte que absorbe multitudes Galeano siempre puso al centro de sus
escritos puntiagudos el acento en que sus filigranas fueron zumbadas en las canchas
de los pueblos negros, indios, amarillos, mestizos y blancos pobres que luego
aprovechan las grandes orquestas de los espectáculos masivos mercantilistas
para, a la vez que enriquecerlos y desclasarlos, embutirse de millones.
El talento
de los de abajo en el manejo de “la redonda” lo gambeteó con su pluma magistral
Galeano para enaltecer a los niños que manejan la pelota con maestría en las
canchas de los pueblos para desenmascarar a las empresas que utilizan las
maravillas de los pies y el talento de los niños pobres convirtiendo al futbol
en un medio masivo de enriquecimiento y alienación.
Nos deja el
talento de granito y vuelo de cóndores de Galeano. Pero también la tarea de,
recreando su bellísimo, recio, profundo y popular estilo, reafirmar la memoria
popular antiimperialista y anti oligárquica para persistir en aportar a la
lucha de las ideas y a la praxis contra la dominación imperialista y
oligárquica criolla en América Latina y en cada uno de nuestros países donde
tenemos que contribuir a la lucha emancipadora desatando los vientos de
nuestras culturas plurinacionales y populares levantiscas calificadas con una
sinvergüencería y cinismo burgués rayano en el fascismo, de: “Tira Piedras”: Cultura
indoamericana liberadora que enfrenta con vigor la política desarrollista en
las Tierras de la Mitad del Mundo, construida habilidosamente para ocultar las
medidas económicas y políticas que afectan los intereses de la Patria, los
derechos de los trabajadores y los pueblos, que, sin cesar se levantan pese a
la represión y la cárcel contra estas medidas y contra la entrega de nuestro
oro negro y minería a las multinacionales que destruyen la biodiversidad, los quindes,
las orquídeas y las culturas originarias.
*Pincelazos de Galeano tomados
de sus escritos literarios y políticos: “Los Hijos de los Días” y “Memorias del
Fuego”
* Manuela León: alzada compañera de la vida y el combate del heroe indígena Fernando Daquilema, quienes lideraron la lucha por la tierra y el agua contra el gpobierno latifundista de García Moreno en el siglo 19
ODISEO RUNA
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